Un viaje a la maternidad sin amor
Lionel Shriver nos sumerge en un relato perturbador y profundamente introspectivo en Tenemos que hablar de Kevin (2003), una novela epistolar que explora la maternidad, la naturaleza del mal y las complejas dinámicas familiares. A través de cartas dirigidas a su esposo, Eva Khatchadourian reconstruye la historia de su hijo Kevin, quien a los 16 años comete una masacre en su escuela.
Desde el principio, Eva siente una desconexión con Kevin. A diferencia de las narrativas tradicionales sobre el amor maternal, aquí se presenta una relación marcada por la incomprensión y la aversión mutua. Kevin parece haber nacido con una hostilidad innata, manipulando y desafiando a su madre desde la infancia. Sin embargo, la pregunta que sobrevuela toda la novela es si Kevin nació así o si fue moldeado por la indiferencia y el resentimiento de Eva.
Shriver no da respuestas fáciles. La novela es un análisis desgarrador de la culpa materna y la incapacidad de amar incondicionalmente. ¿Es Eva responsable de lo que su hijo se convirtió? ¿O hay personas que simplemente nacen con un vacío emocional imposible de llenar?
La narración es densa y, en ocasiones, incómoda, con un tono cínico y brutal que hace que la lectura sea desafiante, pero también fascinante. Tenemos que hablar de Kevin no es solo una historia sobre una tragedia escolar; es una exploración de los miedos más oscuros de la maternidad y la imposibilidad de conocer verdaderamente a las personas más cercanas a nosotros.
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