Publicado originalmente en 1956, Las estrellas mi destino (título original: The Stars My Destination) es uno de los grandes pilares de la ciencia ficción clásica. Alfred Bester construye una novela vibrante, furiosa, desbordante de ideas y energía, que no ha perdido su filo con el paso del tiempo. De hecho, leerla hoy se siente como un salto a una mente que iba años por delante de su época.
La historia gira en torno a Gully Foyle, un mecánico espacial común, casi primitivo, abandonado en medio del espacio tras un ataque a la nave en la que viajaba. Sin motivo aparente, otra nave pasa junto a él y lo ignora. Este acto despierta en Foyle una sed de venganza tan brutal que lo impulsa a transformarse por completo. Lo que comienza como una historia de supervivencia se convierte pronto en una odisea de metamorfosis física, intelectual y emocional.
Foyle no es un héroe tradicional. Es brutal, impulsivo, vengativo; y sin embargo, es imposible no quedar fascinado por su evolución. De un ser casi animal pasa a convertirse en un hombre culto, peligroso, impredecible. Esta ambigüedad moral, esta humanidad rabiosa y desbocada, es uno de los mayores aciertos de Bester.
El mundo que presenta la novela es igual de sorprendente. En esta sociedad futura, los humanos han aprendido a teletransportarse —“jauntear”— con la mente, lo que ha alterado las dinámicas sociales, económicas y políticas de manera radical. Bester explora esta capacidad con originalidad y profundidad, anticipando el impacto psicológico y estructural de una tecnología así. A esto se suman corporaciones desalmadas, luchas de clases, conflictos interplanetarios, prisiones de alta seguridad y hasta mutantes telepáticos: un cóctel que podría desbordarse fácilmente, pero que Bester mantiene con ritmo y tensión admirables.
Uno de los elementos más distintivos de la novela es su estilo. Bester no tiene miedo de jugar con el lenguaje, con la disposición visual del texto, con las elipsis y rupturas. Hay momentos casi psicodélicos, en los que el texto se convierte en experiencia sensorial. Esta experimentación narrativa, que anticipa a autores como William Burroughs o Thomas Pynchon, le da a la novela una fuerza que sigue siendo única dentro del género.
Las estrellas mi destino es, en esencia, una historia de venganza, pero también una reflexión sobre la transformación personal, el poder de la voluntad, y los límites de la humanidad. Gully Foyle encarna una furia elemental que, sin embargo, se canaliza hacia algo que roza lo trascendente. La novela no busca responder todas las preguntas: más bien las desata como una llamarada.
En conclusión, Las estrellas mi destino es un clásico con todas las letras. Si te gusta la ciencia ficción que desafía, que sacude y que no se conforma con lo establecido, esta novela no solo es recomendable, sino imprescindible.
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