En 4 3 2 1, Paul Auster se embarca en una de sus empresas narrativas más ambiciosas: contar la vida de un solo personaje —Archibald Ferguson— a través de cuatro versiones distintas de su existencia. Con este monumental ejercicio de imaginación, Auster no solo juega con la estructura del relato, sino que también pone a prueba los límites de la identidad, el destino y la memoria.
El libro arranca con el mismo punto de partida para cada Ferguson: un niño nacido en Newark, Nueva Jersey, en 1947, hijo de una familia judía de clase media. A partir de ahí, cada una de sus vidas toma rumbos diferentes, influenciada por una sucesión de decisiones, accidentes, tragedias o descubrimientos. En algunos casos sufre pérdidas irreparables; en otros, triunfa en el ámbito académico o literario; en todos, sin embargo, conserva ciertos rasgos que lo hacen reconocible: la pasión por la escritura, el amor por las palabras, una conciencia política en formación, y una búsqueda persistente de sentido.
Auster despliega aquí todos sus recursos narrativos con una prosa densa, detallada y exigente, que a veces puede resultar fatigosa, pero que compensa con creces al lector que se deja arrastrar por su flujo constante de ideas, referencias culturales y reflexiones existenciales. El autor no teme adentrarse en largos pasajes sobre la historia estadounidense de los años 60, la literatura europea, o el cine francés, convirtiendo la novela en un artefacto profundamente intelectual, aunque no exento de emoción.
Uno de los aspectos más notables de la obra es cómo Auster consigue que cada Ferguson tenga su propia voz y evolución, a pesar de que todos comparten una base común. La repetición de personajes secundarios —Amy, Stanley, Rose— en diferentes contextos y con distintos roles es un juego de espejos que desafía nuestra noción de continuidad narrativa. Auster, de hecho, parece sugerir que no hay una historia definitiva de una vida, sino múltiples versiones igualmente válidas y reales.
4 3 2 1 es también un ejercicio de memoria personal disfrazado de ficción. Muchos elementos —la época, los lugares, las referencias— coinciden con la biografía del propio Auster, lo que le da al texto un tono confesional, como si en cada Ferguson hubiera un fragmento del autor observándose desde diferentes futuros posibles.
En resumen, 4 3 2 1 es una novela ambiciosa, compleja y profundamente humana. Puede desbordar por momentos, tanto por su tamaño (casi mil páginas) como por la densidad de su contenido, pero ofrece una experiencia literaria rica y absorbente. Es, sin duda, una de las obras más importantes de Paul Auster, y una meditación brillante sobre lo que significa vivir —y narrar— una vida.
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